Artículo de Teresa Sesé para LaVanguardia – Cómo la colonización de la mente afectó al concepto de mujer en África

La relación de la artista visual Gloria Oyarzabal (Londres, 1971) con África viene de lejos. Vivió tres años en Bamako, la capital de Malí, y fruto de esa experiencia personal ha realizado valiosos proyectos como La picnolepsia de Tshombé, sobre el criminal de guerra Moses Tshombe, que después de asesinar a Patrice Lumumba, el líder anti colonialista democráticamente elegido como primer presidente del Congo, encontró refugio en la España de Franco; o Susana y los viejos, donde partiendo del cuadro de Artemisia Gentileschi  se acercaba a la historia de la trata de esclavas en Ghana. Fue precisamente a raíz de este último trabajo,  fruto de una residencia en Matadero, que en 2017 viajó a Nigeria para continuar su exploración sobre la construcción del imaginario africano.  El resultado fue el revelador fotolibro Woman Go No’Gree  (Éditions Editorial RM/ Images Vevey), una lúcida mirada sobre el impacto del colonialismo en el concepto de mujer en África, que le valió el  premio Paris Photo-Aperture al Mejor Libro del Año y que ahora presenta en formato expositivo en la galería RocioSantaCruz.

Stripes (on exotization, hipersexualation, victimization and other zations‘  Gloria Oyarzabal

«Yo no no puedo hablar de feminismos africanos sino del efecto que mi entorno provocó en otro entorno que no conozco porque no es el mío», señala  Oyarzabal, que emprendió este nuevo viaje con la  maleta cargada de libros, entre ellos dos  que resultaron fundamentales en el proceso.  La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género,  de la socióloga nigeriana Oyèrónkẹ Oyěwùmí, e Hijas que son varones y esposos que son mujeres de la escritora  Ifi Amadiume.   «Ambas plantean que no se pueden universalizar  los discursos feministas hegemónicos de las mujeres blancas occidentales porque,  cada comunidad, cada grupo de personas tiene sus propios problemas y su manera de resolverlos. La opresión de la mujer es universal, pero cada experiencia es diversa». Y un hecho más sorprendente: «Antes de la colonización, el género no era determinante a la hora de alcanzar privilegios, sí lo era la clase social o la edad «.

Glamour‘  Gloria Oyarzabal

Amadiume detalla, por ejemplo, que en las comunidades Igbo y Yoruba cuando una mujer enviudaba podía tomar a otra como esposa, establecer otra relación que iba más allá de la relación sexual y que tenía que ver con el cuidado, la compañía… Que una hija tuviera el mismo rol que un hijo no suponía ningún conflicto dentro de la comunidad. «El colonialismo supuso también una colonización de las mentes, a través de los cánones de belleza, los conceptos de modernidad,  las religiones monoteístas…, y es a partir de la  llegada de los ingleses que la élite nigeriana se apropia de los roles occidentales y del concepto de mujer», apunta Oyarzabal.

Sisterhood‘  Gloria Oyarzabal

Aquellas lecturas, que aceleraron en ella un pensamiento que de alguna manera tenía ya desordenado en su cabeza, fueron como una bofetada a su «discurso supremacista».  Un ejercicio de descolonización de su propia mirada. Durante sus estancias en África veía que aquellas mujeres sufrían unas injusticias que nosotras ya habíamos superado y no entendía por qué no nos miraban y se aprovechaban del camino que habíamos hecho.  «Mi indignación nubló mi capacidad de análisis y juicio equilibrado. Tendí a establecer comparaciones con los procesos de la lucha feminista en curso en occidente ¡qué gran error por mi parte! Debo admitir, no sin algo de vergüenza, que mi primera reacción fue típica de una mujer blanca, privilegiada y empoderada», se desnuda ya en la portada del fotolibro.

White pointing hand‘  Gloria Oyarzabal

En su interior, como en la instalación que presenta en RocíoSantaCruz,  imágenes tomadas de revistas y materiales de archivo que colorea, voltea las figuras al revés  o aplica lavados de color (una protesta mujeres a las que vela con una capa blanca  para hablar de empoderamiento,  el anuncio de un jabón para blanquear la piel, una mujer blanca en una playa encerrada en una burbuja azul, una niña virada en rosa que sugiere infantilización…) se combinan con fotografías tomada por ella en diferentes ambientes, desde la calle a los prostíbulos o las inauguraciones de arte, formando secuencias abiertas a múltiples significados.  «Lo que me interesa es descontextualizar las imágenes», explica, «una mano blanca señalando el cuerpo de una niña afectada de lepra me ayuda a hablar  de cómo objetualizamos al otro».

«Cuando hablamos del otro también nos definimos a nosotros. Lo que ellos son, nosotros no somos»

 La artista también montó su propio estudio estudio de fotografía, donde realizó una serie de retratos de mujeres que ahora cuelgan sobre grandes telas en la galería. No podemos ver su rostro y visten trajes de estrambóticas combinaciones. «Es una hipérbole de los estereotipos y clichés que proyectamos sobre la mujer africana, un intento de ver más allá, porque cuando hablamos del otro también nos definimos a nosotros. Lo que ellos son, nosotros no somos, y viceversa».  

 

Artículo por Teresa Sesé el 28 de mayo de 2021 para LaVanguardia (link)

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