Cuando en 1978 Marcel Giró (Badalona, 1913-Mirasol, 2011) regresó a España, después de 41 años en el exilio, ponía fin a una reconocida trayectoria artística. Miembro del Foto Cine Clube Bandeirante de São Paulo, pasó a ser un referente de la fotografía modernista en Brasil. Fue también un pionero de la fotografía publicitaria, estableciendo su prestigioso estudio en la populosa ciudad.
Poco después del retorno a su tierra falleció su mujer, la también fotógrafa Palmira Puig (Tàrrega, 1912 -Barcelona, 1978). Así, el artista abandonó la cámara. Su legado quedó guardado en cajas. Simbolizaba el fin de una intensa relación, de un fuerte vínculo que nutrió y retroalimentó el quehacer artístico de la pareja.
Tras la muerte de Giró, su sobrino Toni Ricart y la galerista Rocío Santa Cruz llevaron a cabo un estudio de su archivo. Entre la obra del fotógrafo iba cobrando relieve la silenciada de Puig, una de las pocas mujeres que formaron parte del renovador club de cine y fotografía. La pareja compartía su afán por la experimentación y un talante rupturista.
Puig se mostraría más intimista. Giró se pronunciaba hacia la abstracción, destacando el volumen y las formas geométricas. En ocasiones compartirían carrete, lo cual dificulta la identificación de la autoría. Ambos quedarán incluidos en la exposición de mayo en el MoMA sobre la llamada Escuela Paulista.