Mª Ángeles Cabré firma este artículo para M-Arte y Cultura Visual sobre la exposición Woman Go No’Gree de Gloria Oyarzabal.
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DESCOLONIZAR ÁFRICA DESDE EL FEMINISMO
Mª Ángeles Cabré
El movimiento Black Lives Matter es una excelente oportunidad para aniquilar definitivamente la soberbia colonial y reorientar de una vez la mirada occidental sobre otras culturas. Así, mientras la exposición estrella de esta edición de PHotoEspaña recorre la historia de la fotografía en el continente africano (Eventos de lo social. Retratos e imaginario colectivo. Fotografía africana en The Walther Collection, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid) y en Matadero, en el marco de dicho festival, se desarrollará estos meses el proyecto Contra la raza, destinado a combatir el canon europeo, en Barcelona la artista Gloria Oyarzabal (Londres, 1971) se enfrenta a dicha mirada y la deconstruye en la exposición Woman Go No’Gree que puede verse en la Galería Rocío Santa Cruz.
Una exposición que es la plasmación del fotolibro del mismo título con el que mereció el premio París Photo-Aperture 2020 (Éditions Editorial RM/ Images Vevey). En un principio, a la autora le hubiera gustado que el prólogo corriera a cargo de alguien que mirara África desde dentro, desde sus intestinos. Pero en realidad no hacía falta, porque se trata aquí de mirar África desde nuestro complaciente y soberbio Occidente con una voluntad real de liberarnos de prejuicios, como es el caso de esta propuesta fotográfica.
En El peligro de la historia única, la escritora nigeriana y activista feminista Chimamanda Gnozi Adichie afirma que “La consecuencia del relato único es la siguiente: priva a las personas de su dignidad. Nos dificulta reconocer nuestra común humanidad. Enfatiza en qué nos diferenciamos en lugar de en qué nos parecemos”. Si aplicamos esta idea al feminismo colonial, viene a decirnos que si las mujeres blancas miramos a nuestras hermanas de otras razas haciendo hincapié en nuestras diferencias y no en aquello que nos une -la violencia de género, la infrarrepresentación, la negación de la voz-, saldremos perdiendo todas: ellas y nosotras.
Vivir en África no es entender África, porque posiblemente ningún occidental llegue a entenderla nunca, pero ayuda. Oyarzabal vivió unos años en Mali -donde entrenó su mirada- y después hizo una residencia en la Art House Foundation Lagos (Nigeria) -un proyecto desarrollado y producido por El Ranchito. Programa de residencias Matadero Madrid-AECID-. De allí surgió el foto-libro que se muestra aquí en formato expositivo.
“Woman Go No’Gree” es un título tomado de un estribillo de una canción del cantautor nigeriano y activista de los derechos humanos Fela Kuti, una canción que insiste en que la emancipación de las mujeres africanas no debe regirse por las pautas de la emanacipación de las mujeres occidentales, que no sirve de ningún modo a sus propósitos; sería tan absurdo como conducir un coche de carreras por el desierto o trasplantar allí la flora de la tundra que crece en la gélida Alaska. En su estancia, Oyarzabal admite que empezó sublevándose ante las injusticias padecidas por las nigerianas esgrimiendo el proteccionismo al uso en que hemos sido entrenadas como mujeres blancas: “Tendí a establecer comparaciones con los procesos de la lucha feminista en curso en Occidente ¡qué gran error por mi parte! Debo admitir, no sin algo de vergüenza, que mi primera reacción fue típica de una mujer blanca, privilegiada y empoderada”.
La causa principal de este desajuste tan manifiesto entre las necesidades de las africanas y nuestra mirada hegemónica son los estereotipos fruto de los prejuicios que el feminismo occidental ha vertido sobre el continente negro. Contra ellos lucha este proyecto descolonizador. La propia Chimamanda, en el texto citado, insiste en la historia unidireccional que estos generan: “El relato único crea estereotipos, y el problema de los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Convierten un relato en el único relato”.
Estamos ante un desprejuiciado acercamiento fotográfico a las mujeres africanas, que huye de la mirada blanca occidental que se proyecta sobre el otro en un intento por conquistarlo en tanto que alteridad subordinada, colonizada y exotizada. Incluso contemplando las obras mostradas, cuesta liberarse de la mirada imperialista -en nuestro caso eurocentrista- que desde hace tantos siglos arrastramos y cuesta ver a las africanas como sujetos del feminismo sin necesidad de que nosotras, las occidentales, las tutelemos en sus luchas emancipadoras.
La artista ha querido combinar sus fotografías con material de archivo tratado para que sea útil a sus propósitos, resultando algunas de ellas sutilmente inquietantes. Destacan, sin embargo, las fotografías de estudio realizadas a mujeres que atesoran exagerados clichés del mundo africano, como “Wild”, “Pink Hair” y “Stripes”, subtituladas expresivamente como “On exotization, hipersexualation, victimization and otherzations”.
Descontextualizando las imágenes, las libera del peso de los prejuicios y el pensamiento dictado por la mirada colonial que infravalora al distinto y distingue entre países desarrollados y países en vías de desarrollo como si sus respectivos habitantes pertenecieran a planetas distintos. En “Divinity” una mano negra sostiene una pequeña talla africana. En “White pointing hand” una mano blanca señala el pecho de una mujer negra de torso descubierto.
Cuestionar los cánones de belleza, el abismo que parece mediar entre tradición y modernidad, las categorías de género hoy tan polémicas… Entender que el otro es, en realidad, otro nosotros: “Cuando hablamos del otro también nos definimos a nosotros. Lo que ellos son, nosotros no somos”, escribe Oyarzabal. De modo que somos en la medida en que los otros son otra cosa.
En una entrevista realizada en esta misma revista, la artista recomendaba la lectura de un texto fundamental de la poeta neoyorquina negra y lesbiana Audre Lorde, gran referente feminista: “Your Silence will not protect you” (Tu silencio no te protegerá), reunido en el volumen La hermana, la extranjera. No contribuir a que el feminismo sea plenamente interseccional, poner palos a las ruedas para que triunfe por encima de cualquier feminismo prepotente, es un ejercicio tan patriarcal como el patriarcado mismo. Desmontar pues las miradas de unas mujeres sobre otras es uno de los retos del presente y esta exposición contribuye a ello.