États limites – Jean Denant

États limites – Jean Denant

15.09.2022 — 24.11.2022

«Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: la extrañeza de los que no eres o no posees más, te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos».

Italo Calvino, Las ciudades invisibles, 1974.

Para Jean Denant el gesto que se deriva del pensamiento arquitectónico es un elemento primordial con el que intuir su obra, ya que lo utiliza para remitirnos a nuestra propia existencia. Sus trabajos ponen en cuestión al ser humano a través de la arquitectura, haciendo uso de sus materiales, para así disipar los límites entre disciplinas y plantear cuestiones acerca de nuestra realidad, animándonos a gravitar hacia una sensibilidad poética.

En su último proyecto para RocioSantaCruz, los papeles revelan paisajes pintados con cemento, las imágenes se tornan relatos, las municiones fronterizas se transforman en cuentas para collares titánicos, y las ruinas de lugares de exterminio se transfiguran en receptáculos de vida. États limites hace alusión a la organización de aquellos territorios que, siendo imaginados o reales, se nutren entre sí, poniendo en evidencia la porosa fragilidad de las fronteras, ya sean psicológicas, geográficas, o políticas. Fronteras que son en esencia puntos de inflexión en los que los flujos cambian de dirección, construcciones sociales – vallas, pasaportes, mapas…- que no consisten en impedir que las cosas se muevan, sino que actúan como símbolos del propio movimiento. 

Denant nuevamente se sirve del cemento, el ladrillo o la piedra, para acercarnos a aquellos enclaves, en los que el intercambio funciona como metáfora de una poética que emerge desde lo concreto y se dirige a lo simbólico, navegando entre la subjetividad y aquello que nos es común. Un ejercicio de espacialización que nos remite a una manera específica de observar el mundo, la que emerge desde la frontera, desde ese lugar donde un sinfín de fenómenos (políticos, psicológicos, culturales, económicos…) se revelan de manera profunda. 

Como indicaba Jacques Derrida en una entrevista concedida en 1986, “si cada lenguaje sugiere una espacialización -cierta disposición en un espacio no dominable sino sólo accesible por aproximaciones sucesivas- entonces es posible compararlo con la apertura de un camino. Una vía no a descubrir sino que debe crearse. Y la arquitectura no es en absoluto ajena a tal creación. Cada espacio arquitectónico, todo espacio habitable, parte de una premisa: que el edificio se encuentre en un camino, en una encrucijada en la que sean posibles el salir y el retornar. No hay edificio sin caminos que conduzcan a él o que arranquen de él, ni tampoco hay edificios sin recorridos interiores, sin pasillos, escaleras, corredores o puertas”(1) .

De hecho, la fotografía États límites main – pierre (2022) actúa como puerta de entrada, de pasadizo interno hacia la exposición, hacia la ambivalencia del encuentro y el desencuentro, del contraste entre lo humano y lo mineral, de los estados límite donde los universos simbólicos extremos son evocados por estar en contacto.

Con la imponente Mare Nostrum, obra viva que se nutre del paso de la luz por su superficie en acero inoxidable pulido, el autor nos sitúa en el Mediterréno. Al seguir su relieve de mar interior, del latín (medi terraneum) ‘en medio de tierras’, espacio ecúmene, poblado de forma permanente por distintas culturas (el ‘Mare Nostrum’ de la Antigua Roma, la ‘Thalassa’ de los Griegos o el ‘Gran Verde’ para Antiguos Egipcios) nos obliga a orientarnos de manera inversa, a des-orientarnos, mientras nos reconocemos en su reflejo. Mare Nostrum, apela a un imaginario de múltiples narrativas que a su vez incitan la angustia política. Un conjunto geocultural cuyas coordenadas cambian según el tiempo histórico y los ritmos de la memoria, desafiando las reglas establecidas y los discursos arraigados que lo convierten en una mera frontera entre continentes, en un gran cementerio o en una una multiforme vecindad. Una vecindad que, como nos lo recuerdan sus paisajes de Palestina, insinuados en cemento sobre papel, pueden llegar a encontrar un mismo horizonte en su frágil e inestable multiplicidad.

La presencia de las diversas culturas que caracterizan a la región mediterránea se representa como un verdadero «multiverso de civilizaciones”. Y del intercambio de sus universos simbólicos podemos rescatar alegorías comerciales como las encarnadas en las ánforas, evocada en la sobredimensionada Amphore (2022); o desenterrar vestigios comunes, tanto mitológicos como coetáneos, como nos recuerdan los collares de la serie Collier, la guerre de pierres (2022). Colosales adornos realizados a partir de moldes en cemento de las piedras que sirven de munición a los tirachinas fronterizos en Gaza. 

Munición para adornar y adorno para atacar, límites que cruzar, y símbolos que re-significar, estados límite de un mundo que se construye y deconstruye en perpetuidad, un proyecto cuya arquitectura se hace y deshace como el tapiz de Penélope, con el que recordar supone la posibilidad del regreso.


(1)  «Architetture ove il desiderio può abitare» entrevista de Eva Meyer en febrero de 1986, Domus, 671, abril 1986, pp. 16-24 (incluye una traducción al inglés). En DERRIDA, J., No escribo sin luz artificial, Cuatro ediciones, Valladolid, 1999. pp. 133-140.

 

 


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